Durante la época en la que viví en Praia de Xai-Xai, tuve la suerte de hacer un viaje en coche a Quissico, una zona costera en la provincia de Zavala, a aproximadamente hora y media de mi residencia.
A unos kilómetros de la ciudad hay un lugar espectacular. Bajando por un camino de tierra, te adentras en una pequeña península de arena rodeada de mar por un lado y por el otro, de un extenso lago. En esta zona vive una pequeña comunidad en medio de la naturaleza. Sol, enormes palmeras, una brisa suave, vacas pastando a la orilla del lago, pájaros revoloteando y casitas redondas tradicionales conforman un paisaje inolvidable.
La carretera de tierra hacia el pueblo no era demasiado estable, como se puede apreciar en el video, pero el paisaje es una maravilla.
Cuando por fin llegamos al puente que atraviesa la lengua de arena, paramos para admirar las vistas. Después de unos minutos, se cruzó con nosotros una adolescente de catorce años que caminaba bajo el intenso sol transportando un saco sobre su cabeza. Nos miró desconfiada al principio. La saludamos y cuando comprendió que hablábamos portugués, decidió parar a charlar con nosotros mientras aprovechaba para descansar un rato.
Nos contó que se llamaba Ilse y que había ido a recoger algo de leña para su casa, porque hoy le tocaba hacer la cena. Había pasado la mañana estudiando en el colegio del pueblo y dedicaría la tarde a esta importante tarea. Sus hermanos mayores y su hermana pequeña también participaban en este intercambio de rutinas, cada día hacían un trabajo diferente. De esta manera, su madre podía salir a vender verduras al mercado y su abuela podía invertir tiempo en fabricar cestas con hoja de palmera para sacarse un dinerillo.
Su padre, como muchos padres en Mozambique, los había abandonado hace años y había formado otra familia.
La infancia y adolescencia allí no es como en España. Los niños y niñas contribuyen desde muy pequeños con las tareas de casa, el cultivo de las huertas, el lavado de la ropa, la limpieza de la finca, la matanza del pollo, la preparación del pescado o cualquier trabajo necesario para el día a día.
La mayoría de las familias viven en pequeñas casas de cañizo en comunidades rurales junto con sus vecinos, con los que tienen una estrecha relación y normalmente practican la agricultura de subsistencia. No suelen salir de su pueblo, crecen y se casan con otros jóvenes para formar una familia.
Muchos niños dejan el colegio pronto porque tienen que trabajar para apoyar económicamente a su familia.
En el caso de Ilse, tenía la suerte de contar con una madre valiente, que le insistía en estudiar en la universidad para labrarse un buen futuro y algún día poder viajar a la capital a trabajar e incluso conseguir visitar otros países.
Que una madre intente que sus hijos sueñen es maravilloso, sobre todo en sociedades con tantas necesidades como la mozambiqueña, donde es muy difícil alcanzar estos objetivos si provienes de una familia humilde alejada de la gran ciudad.
Pero todo puede ser, Ilse estaba muy segura de lo que quería y se veía en sus ojos que iba a luchar por ello con todas sus ganas.
¡Ojalá algún día lo consiga!